Nunca aprendí a silbar. Ver al resto entonar canciones
de la fiesta de la noche anterior o una que al encender la radio tuvieron
pegadas por el resto del día me da envidia. Para mí el silbar es una expresión
de felicidad. Silbar es alegría, envidiar es pecado y una posible deformidad en
mi boca me deja en medio de ambas. Es por eso que no soy religioso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario