Aquella noche, cuando llegue de su casa, me di cuenta, que había dejado mi cabeza allá, encima de su montón de peluches, rodeada de esas miradas tiernas, llenas de historias, de besos y rosas, de esos que aprietas y exclaman un “Te quiero, incluso un “Te amo”. Eran un conjunto de felpudos adorables y entre medio, mi cabeza, la cual si aprietas te escupe y su mirada esta llena de soledad y llantos, aterrador y grotesco para cualquiera, pero no, ella no le dio importancia, ni siquiera lo notó, en el fondo, todo aquello era parte del pasado.
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