- Tanto tiempo, mujer, ¿Qué ha sido de tu vida?
- Disculpa, ¿Te conozco?
- Tengo las axilas sudadas y una cerveza en mi mano, le dije con una sonrisita imbécil, ¿Realmente no te acuerdas?
- La verdad, no y por lo que me dices, es imposible que te conozca.
- ... Emm, bueno... no importa, ¡Mándale saludos a él!
- ¿Qué? ¿A quién? ¿Quién cresta eres, por dios?
La miré, le sonreí, me rasqué la nuca, tomé un sorbo, respiré profundo, prendí un cigarro, estornudé, la volví a mirar y no me pude aguantar la carcajada.
- ¿De que ries tanto, enfermo?
- De ti.
Al decir eso, sentí la ráfaga de viento que impulsó su mano con la intención de cachetearme, pero estalló en llanto y me abrazó con una fuerza descomunálmente melancólica. De cerca le vi sus gastados pómulos con zurcos ya formados para acarrear el caudal de lágrimas...
- De alguna u otra forma, siempre se rien de mi... siempre, ¡Siempre!. Me agarran pa'l hueveo, me dejan en una inseguridad de mierda, todos se ríen y me atacan... ¿Que mierda les he hecho?
Ese fue el climax de mi risa, exploté, mientras lloraba y se me apretaba la guata de tanta carcajada, si hasta los esfínteres se me estaban relajando. No aguanté más estar ahí, me tuve que arrancar, necesitaba correr.
Comenzé a correr, mientras me seguía riendo, recorrí varias cuadras mientras la gente se espantaba con mi risa, llegué hasta un puente y esta no paraba, fue tanta la risa que, imagínate, hasta en la morgue me dijieron que mi rostro todavia conservaba la sonrisa de oreja a oreja. Increible ¿No cierto?...
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